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viernes, 18 de febrero de 2011

Tocata y fuga: del cubo de Oteiza a la Alhóndiga de Starck

En breve comentaremos la recién remodelada Alhóndiga diseñada por un equipo liderado por Philippe Starck, pero antes me pregunto ¿conocéis el proyecto que Sáez de Oiza, Fullaondo y Oteiza propusieron para remodelar la Alhóndiga en 1988 con el alcalde Gorordo? Es digno de poner sobre la mesa de autopsias. Pretendía ser la levadura que poco después supuso el Guggenheim. Se planteaba un gigantesco cubo vacío de vidrio, que sería la linterna de llamada al despertar cultural de Bilbao. El desmedido cubo, que tenía de altura lo que tiene de base el cuadrado de la Alhóndiga (unos 60m), causo horror en la opinión conservadora de la ciudad, porque “destrozaría una fachada catalogada”. Probablemente fueron los mismos que poco después mostraron su rechazo al museo de Gehry, que hubo muchos, y que ahora ya no dicen nada. El cubo de Oteiza hubiera supuesto un hito en la arquitectura estatal de aquel tiempo, pero probablemente hubiera envejecido negativamente, hecho que no ocurre con el museo Guggenheim.

La actual reconstrucción de Starck, inaugurada el pasado año, tiene tímidos ecos de aquella propuesta previa, ya que rebusca en la esencia de cubo vaciado que sugieren los cuatro muros que se han de mantener en pie. Lo acertado es que no lo colmata construyendo un edificio que ocupe todo, sino que introduce tres prismas aislados en su interior, resaltando el espacio intersticial que aparece entre ellos. El cuarto cuadrante que queda vacío lo utiliza de gran vestíbulo de entrada al complejo, desde donde uno comienza a entender la articulación de las masas.

Esta estrategia de ocupación transmite una sensación de ligereza mucho más acertada que una reconstrucción al uso, que hubiera quedado torpe, inamovible y pasiva. La voluntad de realizar espacios dramáticos e intensos en el interior es palpable en infinidad de detalles: la posibilidad de pasar por debajo de los cubos en una planta baja de altura opresiva, la ausencia de pilares en el centro de las cajas acrecienta esta intensa sensación, la aparición de los rechonchos pilares produce sensación de carga pesada (donde su heterogeneidad es un mero juego en recuerdo a su oficio de diseñador, sin más interés arquitectónico), la utilización de colores negros y rojos, la iluminación rasante de la escalera del subterráneo, etc. Todos ellos son mecanismos espaciales eficaces que obtienen dicha atmósfera apasionada, similares a los que encontramos en algunas discotecas o parques de atracciones.

Pero para equilibrar esta excitación, han sabido contrapesar con diseños que aporten serenidad. El aspecto estético exterior es pulcro y exquisito, ya que el moderno volumen que sobresale sobre las fachadas de Ricardo Bastida (1878-1953) rehúye de protagonismo, y se integra con la antigua fachada utilizando un negro riguroso, vidrio y un tipo de ladrillo caravista macizo similar al existente. La repetición ritmada del hueco con arco de medio punto en las fachadas cerámicas de los primas contribuye a su vez en aportar calma y serenidad, así como el magnifico espacio de la piscina y terrazas de las plantas superiores.

El edificio deviene una caja de sorpresas sensitivas, de intensidad espacial y dispuesto a provocar a su público. Es comprensible que el respeto por lo existente coarta la capacidad de apertura de ventanas y hace de los espacios lugares sin acceso de la luz solar, pero buscando elementos negativos podemos citar que nos sorprende que no haga una sobrada iluminación cenital en el gran vestíbulo de entrada, ya que al utilizar la misma baldosa de la acera, pretende insinuar que es una plaza exterior. En este caso, una plaza con sol de LCD pero sin cielo.

Aun así, me hubiera gustado encontrar esa misma plaza, del tamaño de la manzana entera tal y como proponía Oteiza, con un gigantesco cubo vacío encima. Buscando lo mismo que Chillida propuso en Tindaya, el vaciado de una montaña entera. La escultura suprema, un lugar donde el visitante se sienta insignificante y reflexione sobre su existencia. Pero probablemente todo esto sean sueños de artistas (y vividores), demasiado insustancial para los valientes y generosos propósitos de los políticos y empresarios.

Podemos afirmar que Starck ha realizado una buena obra de arquitectura, siguiendo su oficio de genial diseñador. Los benevolentes políticos y empresarios, han optado como siempre por un autor más comercial, a poder ser extranjero que queda mas fashion, que hacer caso del intenso y desmedido Oteiza, nacido demasiado cerca (1908,Orio), totalmente ajeno a una postura comercial, mas bien lo contrario, encantado de provocar e incluso escandalizar, de remover mentes. También se ha de decir, a favor de la propuesta construida, que la ciudad a veces necesita un poco saber hacer algo interesante sin tener que llamar la atención con tanto estrépito como le gustaba al oriotarra.

Daniel Carrero Zabala

Artículo publicado en la revista Diagonal

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