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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Notas: Crisis Energética y Materialismo Cultural

El cambio de modelo energético es algo que figura en los titulares de la actualidad desde hace al menos dos décadas, y que ha comprendido la adopción de numerosas políticas a nivel local e internacional por parte de gobiernos y organismos internacionales. Sin embargo, la complejidad de alcances y vínculos y la sobreabundancia de análisis prospectivos, a menudo contrapuestos, hace que resulte extremadamente complicado sacar conclusiones sobre la evolución real de este cambio y las razones que lo impulsan.

El materialismo como enfoque práctico

Como fenómeno que afecta de raíz a las condiciones socioculturales, y su esencia fundamental, siendo la energía la fuente indispensable para la actividad humana en las civilizaciones avanzadas contemporáneas, tal vez fuera útil aplicar un enfoque científico materialista para comprender la situación actual y la posible evolución de la crisis.

Para ello trascenderemos la concepción histórica del materialismo clásico para adoptar el enfoque de materialismo cultural elaborado por el antropólogo estadounidense Marvin Harris (1927-2001) En palabras de su propio creador, el materialismo cultural es una línea de investigación científica procesualmente holística. Su cuestión principal es dilucidar si el objeto de estudio o el conflicto o cambio afecta a la infraestructura o a algún otro sector del sistema, definiendo y matizando los conceptos del materialismo clásico:

Infraestructura: base material de la sociedad, que incluye las fuerzas productivas y las relaciones de producción, con las variables demográficas, económicas, tecnológicas y sociales.

Estructura: características organizativas que constituyen la economía nacional y política.

Superestructura: sector simbólico o ideacional

El principio teórico básico de esta teoría sería la primacía de la infraestructura: expone que los procesos productivos y reproductivos que sustentan la salud y el bienestar y satisfacen necesidades básicas tienen prioridad; siempre se admitirán innovaciones que aumenten la eficiencia aunque contradigan principios estructurales y supraestructurales. Por el contrario, cambios estructurales o supraestructurales que no promuevan la eficacia de la producción serán desestimados o recibidos con gran resistencia por su disfuncionalidad.

La crisis energética

Una vez definidos los términos generales del materialismo cultural que servirán como herramientas de análisis, conviene aceptar qué hipótesis (de entre las muchas existentes) aceptamos como válidas a la hora de esbozar el escenario energético, resumiéndolas en tres:

Los combustibles fósiles han sido la principal fuente de energía en la evolución industrial y social de los dos últimos siglos. Su consumo ha seguido una curva ascendente, mientras que su producción, que alcanzó el máximo en torno a 2005, está en vías de reducirse hasta adoptar una curva descendente. Esta curva es, incluso en los países productores, horizontalmente simétrica a la curva ascendente de demanda, cruzándose según las estimaciones entorno a 2040, que sería la fecha en que la media de países productores extraerían combustible fósil sólo para consumo propio, y quedaría reducida al mínimo su disponibilidad para el resto de consumidores.

La estimación inicial de disponibilidad de combustibles fósiles seguía una campana invertida conocida como curva de Hubbert con el máximo ubicado en 2010 que anunciaba un descenso relativamente suave y no traumático, equivalente a su ascenso, y que cubriría todo el presente siglo, dando tiempo a las fuentes de energía alternativas a desarrollarse hasta estar en condiciones de sustitución. Sin embargo, esta curva recogía la producción bruta. Si tenemos en cuenta el coste energético que supone la propia generación de energía, y consideramos que ésta va en aumento precisamente por las dificultades técnicas que conllevan su escasez, obtenemos un descenso de la disponibilidad neta asimétrico y mucho más acusado, alcanzando ya en 2030 los niveles equivalentes a 1900.

La consideración anterior nos lleva a adoptar el criterio comparativo fundamental: la Tasa de Retorno Energético TRE (en inglés EROEI: Energy Returned On Energy Invested). La TRE del petróleo ha descendido de TRE=100 en 1940 hasta TRE=8 en la actualidad. Las energías renovables se sitúan entre TRE=5-20 para eólica y TRE=1,5-10 para la fotovoltaica, por citar dos de los ejemplos más conocidos, mientras que los combustibles derivados del ethanol se encuentran todavía por debajo de la unidad, es decir, se consume más energía en su producción que la propia energía que generan. El límite estimado para mantener el nivel de civilización actual se ubica (con toda reserva) en TRE=3, es decir, por encima de muchas fuentes de energía y peligrosamente cerca de la evolución de aquéllas fuentes que son estructurales.

Tan sólo estas tres consideraciones, lejos de posicionamientos medioambientales, nos llevan claramente a definir el período actual como período de crisis en los sentidos de RAE 2. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales y RAE 3. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.

El enfoque materialista

La energía es un factor claramente correspondiente a la infraestructura, ya que determina completamente los modelos de producción y los niveles tecnológicos y materiales de la sociedad: en este sentido, y cumpliendo el principio de primacía de la infraestructura, determina y condiciona también los modelos políticos y económicos (estructura) y finalmente, en las sociedades del primer mundo, permite ciertos desarrollos sociales y culturales (superestructura).

Si damos por buenas las hipótesis planteadas, podemos afirmar que, en términos de materialismo cultural, asistimos a un cambio en la infraestructura, en el caso de que unas fuentes de energía se vayan reemplazando por otras, o incluso a la posibilidad de que se produzca un cambio brusco o catástrofe, en el caso de que la transición no se lleve a cabo a tiempo.

Es evidente que en los últimos años se han hecho avances notables en la implantación de las energías alternativas. Sin embargo, su posición marginal nos confirma que seguimos en un modelo energético basado en el combustible fósil; o lo que es peor, que mantenemos un nivel de civilización que únicamente es viable si se basa en el combustible fósil.

Preguntémonos ahora de dónde provienen los tibios cambios que han hecho extenderse las energías alternativas. Se trataría de:

- Cambios en la superestructura: de nivel ideológico, probablemente fueron los primeros en aparecer, ligados al pensamiento ecológico, una mayor concienciación medioambiental y una apuesta por la protección de la naturaleza más emocional que práctica. Tienen como consecuencia la oposición a la contaminación (ligada en este caso a los combustibles fósiles) y la idealización de las energías renovables.

- Cambios en la estructura: desde los sistemas de organización política, la legislación impone fracciones de energía a cubrir obligatoriamente por energías limpias y elabora una serie de subvenciones y penalizaciones. Estas innovaciones tienen dos orígenes: la presión que ejerce la superestructura (la concienciación de los votantes, que exigen una posición de respeto al medio) y los tambaleos previos de la infraestructura (el riesgo de la dependencia energética que se advirtió en la primera crisis del petróleo, hace tres décadas)

Es importante preguntarse por qué, si se han realizado suficientes innovaciones técnicas, estructurales y superestructurales, sigue ofreciendo la infraestructura una resistencia tan grande al cambio de modelo energético, poniendo en riesgo incluso la estabilidad de la civilización (tal como la conocemos) a medio plazo.

Siguiendo el enfoque de materialismo cultural, creo que puede explicarse según tres argumentos principales:

- A nivel de estructura y superestructura, no se ha alcanzado el suficiente nivel de concienciación colectiva como para adoptar las modificaciones en los hábitos de consumo y costumbres sociales que nos permitan hacer viable el paso de un modelo a otro.

- En la propia infraestructura, las energías alternativas no han alcanzado todavía con claridad el nivel de eficiencia que las perfile como alternativa viable al sistema de producción (viable en el sentido de mantener los actuales hábitos de consumo, por supuesto) y, por tanto, económicamente lucrativas.

- La última pero tal vez principal razón sólo puede explicarse en los términos que usa el mismo Harris: no todo está determinado por la infraestructura como ente: es una abstracción, ya que finalmente son personas o colectivos de personas los que promueven o rechazan dichas innovaciones en función de que aporten eficiencia a la producción y por tanto, a sus propios intereses. La “eficiencia” depende, por supuesto, de a quién beneficia, y qué colectivo o grupo está en mejores condiciones de defender sus intereses relativos. Esta situación es la que desvela con más claridad la disfuncionalidad del sistema actual: los grupos a los que interesa mantener el sistema de producción de energía antiguo se encuentran todavía en una posición de poder que se extiende de infraestructura a estructura, desde la producción a la política. Su posición de poder es suficiente para defender sus intereses ralentizando un cambio que es ya de por sí delicado y que incluyes altas dosis de incertidumbre. La asimetría total entre los beneficios puntuales del grupo y las posibles consecuencias generales agravan esta disfuncionalidad.

Como apunta Nicole Foss, probablemente se recuerde la época actual como la Era del Hidrocarburo, que comprenderá apenas 200 años en la historia de la humanidad. Un intervalo breve pero muy significante, sobre todo porque su último cuarto es justo la época que nos ha tocado vivir.

Jorge Moreno Fernández

reflexiones sobre:

Harris, Marvin. El materialismo cultural
Harris, Marvin. Teorías sobre la cultura en la era posmoderna
Foss, Nicole. A century of challenges


4 comentarios:

  1. Creo que has planteado muy bien el tema. El materialismo cultural establece la preeminencia de la infraestructura, pero otro tema son los tiempos del cambio. El modelo quizá está pensado para sociedades semiaisladas y no demasiado complejas: el sistema mundial necesita otros análisis. Además, no está claro que los cambios sean voluntarios e indoloros (más bien sólo se cambia cuando el dolor es insoportable).

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  2. Me parece interesante como aplicas el término dolor, ya que implica cierta analogía orgánica. Puede ser tanto el dolor de los individuos como el dolor de los colectivos o de los sistemas, entendidos como órganos en su sentido más metafórico...

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  3. No. El dolor en principio sólo es de los individuos. No conozco en persona a ningún colectivo o sistema; si alguna vez tengo el gusto le preguntaré por sus dolores.

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  4. cuales son los antropologos actuales que han seguido con la linea trazada por Marvin Harris

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